Horas de sueño vs salud

Dormir puede considerarse como una actividad biológica fundamental para la salud física y mental, especialmente para el buen desarrollo del cerebro. Investigaciones recientes sugieren que las horas y la calidad del sueño tienen implicaciones en la plasticidad cerebral. 

No existe una cantidad precisa de horas de sueño que garantice que te despertarás sintiéndote totalmente renovado pero según la edad y estilo de vida hay un rango de sueño determinado que conviene cumplir. Hay que tener en cuenta que no todos necesitamos dormir lo mismo; a medida que vamos cumpliendo años, recortamos las horas de sueño de manera inconsciente. Y es que las necesidades de sueño varían según las edades. 

Por eso, aunque es difícil de cuantificar, existen unas directrices generales que pueden ayudar a marcar la pauta de descanso más saludable:

  •  Durante el primer año de vida, los bebés pueden dormir de 17 a 20 horas al día. De 4 a 12 meses necesitan de 12 a 16 horas de sueño, incluidas las siestas. 
  • Los niños pequeños que tienen entre 1 y 3 años, deben dormir entre 11 y 14 horas. 
  • Los niños de 3 a 5 años deben dormir de 10 a 13 horas. 
  • Para niños de entre 6 y 13 años, lo ideal es dedicarle entre 9 y 11 horas al sueño. 
  • Los adolescentes hasta los 17 años, deberían dormir alrededor de 10 horas. 
  • Para los adultos jóvenes se recomienda entre 7 y 9 horas al día y no bajar de 6 ni superar las 11. 
  • Los adultos entre 26 y 64 años deben dedicarle entre 7 y 9 horas. 
  • Los mayores de 65, entre 7 y 8 horas. 
Expertos en sueño insisten en la importancia de respetar estas directrices especialmente entre los adolescentes ya que asumimos como normal que duerman poco tras pasarse la noche en vela por haber estudiado, salido de fiesta o por el simple hecho de sentirse mayores acostándose tarde. Hay que recordar que los cerebros de estos adultos jóvenes todavía se están desarrollando y lidian peor con la falta de sueño que los de los adultos mayores. 
Si hablamos de cantidad, no debemos olvidarnos de la calidad para evitar problemas de memoria, fallos de concentración, cansancio, apatía, tristeza o malhumor. En el caso de los niños, la falta de sueño se asocia a conductas impulsivas o un cierto grado de hiperactividad como forma de defensa para combatir la hipersomnolencia. 

Así que ya sabéis, queridos deportistas: cuidad mucho de vuestro descanso nocturno para disfrutar del día. Y recordad: a quien madruga, Dios le ayuda (pero solo si se acuesta pronto)

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